domingo, 8 de mayo de 2011

Cuando la humildad se sube al escenario

Más de veinte instrumentos en un escenario que van a ocupar cinco personas (guitarras, mandolinas, ukelele, wurlitzer, acordeón, piano, banjo, violín, flauta dulce…). Un nuevo EP del que se ha escuchado nada o casi nada pero que el público va a bailar más que los temas archiconocidos. Expectación ante el que, se supone, es el grupo con mayor y mejor técnica del panorama nacional. Son Hola A Todo el Mundo y su directo es, sin ir más lejos, como si una sinfónica se hubiera dedicado a la psicodelia y el folk.

HATEM son una banda madrileña con muchos años de historia, que publicó el pasado 3 de mayo un adelanto de su segundo trabajo, Estela Castiza, y que despertó el interés del Primavera Sound cuando aún sólo tenían tres pistas en MySpace. Su sonido remite a la música aborigen y amerindia, y sus actuaciones se caracterizan por la pulcritud, premeditación y puntualidad de cada uno de los movimientos que hacen sobre el escenario.

Abrieron su concierto en el pasado Festival SOS 4.8 con Hatem Prayer Team, su tema más mítico, y se lanzaron de cabeza a presentar sus nuevas obras. Frente a la nostalgia que respiraba su primer álbum, el nuevo refleja el lado optimista y festivo de la vida. Los ritmos son más rápidos y sincopados e incitan al público a saltar y bailar como si conocieran los temas de toda la vida a pesar de que aún no se habían publicado. El salto al castellano les sienta como una ola de agua fresca y da más protagonismo a un coro de voces más que afinado que en ocasiones llegan a acompañar innovadores sonidos electrónicos.

Sin embargo, lo que más sorprende es ver la actitud de los componentes del grupo. Ataviados como una tribu de indígenas coloridos, sonríen ruborizados ante los piropos gritados por el público, se sorprenden cuando se deja ver entre las cabezas una bandera del grupo y preguntan incrédulos “¿De dónde la habéis sacado?", y hasta entre canción y canción preguntan a los asistentes, en una relación de igual a igual, si habían visto el día anterior a Arizona Baby y les comentan que “qué morro” tenían por poder asistir a un festival de tales dimensiones. Un festival que, en realidad, le queda pequeño a un grupo de gente virtuosa, trabajadora y ambiciosa destinada a hacer grandes obras, como Maestra Alegranza, obra madura con la que cierran el concierto y abren el futuro de la música.

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